La raíz del problema

La raíz del problema es el ateísmo voraz que devora a Europa. La crisis capitalista democrática es la crisis del ser humano incapaz de llamar a las cosas por su nombre, de diferenciar la realidad de lo que no lo es, y de reconocer a su creador. Es la crisis de una especie desconectada con su realidad internar, que en la mayoría de los casos es inexistente, y que acepta vivir bajo una mentira, la de los mercados financieros. Que cree en un sistema democrático que es en realidad un oligarquía financiera, y que está a la deriva en la creencia evolucionaria y progresista.

Pero no es la primera vez que esto ocurre en la historia, y probablemente no será la última. Cuando Augusto impuso le reconstituida República, lo que en realidad estableció fue el dominio de una oligarquía bajo la fachada de una república, que usaba los mismos órganos de gobierno y vocabulario que la república, pero que tomaba decisiones en los gabinetes privados. Esto fue posible por que el ciudadano romano había perdido su sistema de valores y nexo social durante los previos cien años, y estaba dispuesto a vivir bajo una fantasía, la de la república y su libertad, en vez de encarar la realidad, por miedo y falta de valor, miedo a lo desconocido y sin valor para afrontar la verdad de que vivía bajo una tiranía. Lo que se produjo entonces fue una esquizofrenia social, puesto que el ciudadano romano prefería vivir en una mentira, que le era más cómoda, que aceptar una verdad, que le dolía, y con ello una nueva forma de esclavitud había nacido, no la del gladiador, que podía escapar, sino la del ciudadano, incapaz de salir de una prisión que no tenía puertas ni guardianes. Y aquellos que no lo aceptaban no tenían cabida. Nos lo cuenta Tácito, nos lo cuenta Lucano, y nos los explica Sir Ronald Syme.

Nuestra situación es similar y la mentira de la riqueza actual es la fantasía que nos tiene encadenados. Una riqueza que no tiene ningún valor y que es virtual, impulsos electrónicos entre ordenadores. Y no salimos de la prisión por que tenemos miedo de lo que pueda pasar, del futuro, de que vamos a hacer sin los bancos y los mercados, por eso preferimos vivir en la realidad virtual, y no podemos aceptar llamar a las cosas por su nombre. A lo que es una oligarquía lo llamamos democracia. A impulsos electrónicos entre ordenadores lo llamamos riqueza. A la usura la llamamos ganancia. A la creación evolución. A nuestra situación actual progreso, cuando la lengua que está devolucionando nos indica lo contrario. Al creador lo quitamos de la ecuación y en su lugar nos ponemos nosotros.