No hay nada

Detrás no hay nada

Detrás no hay nada

Ayer hablamos de la ´economía financiera´ y de la crisis que la consume. Su crisis no está causada por elementos externos, la base en la que se basa está destinada a lo que estamos presenciando. La usura es la raíz del problema en su ramificación amplia y compleja de lo que se ha convertido y que llamamos ´mercados financieros´.

Reflexionando sobre estos temas de tan alto calado e investigando sobre el asunto hemos encontrado este artículo que nos gustaría compartir. Si partimos de la base de que debemos eliminar la usura, los mercados financieros, la banca, y el papel moneda de fácil manipulación y valor intrínseco nulo, ¿qué nos queda? La economía real. ¿Pero qué es esto? Estamos tan separados de la economía real que ya no sabemos ni qué es, ni cómo funciona. Pero lo que está claro es que ahora, que ya no hay créditos infinitos que inflen la economía, y ahora que no hay burbujas inmobiliarias ni mercados financieros pujantes que creen puestos de trabajo, ahora que los gobiernos no contratan, ni subvencionan y de hecho reducen los salarios, ahora nos preguntamos ¿qué otras opciones tenemos?

En este artículo, Antonio Álvarez-Solís, apunta que detrás no hay nada. Detrás de la economía financiera, no hay nada. ¿Dónde está pues la economía real? Debemos recuperarla, debemos buscar las alternativas a la usura, a la banca, a la moneda sin valor, a la especulación legalizada. De esto lanzaremos un artículo de participación general mañana. Por hoy os dejo con  Álvarez-Solís y la primera parte de la solución, que es nada más y nada menos que: “no hay nada”.

Dejamos el enlace y el artículo completo.

http://iniciativadebate.org/2012/06/21/detras-no-hay-nada/

Antonio Álvarez-Solís. Gara. 20.6.2012.

El gran problema es que detrás de la crisis financiera no queda ningún camino del sistema que pueda reconducir a la economía real, tal como esta economía está siendo destruida. Es decir, que a la espalda de la crisis financiera apenas queda nada. La economía real no puede ser rescatada desde el sistema aunque en él se instalen multitud de artificios, como se intenta con urgencia en la mayor parte de los países conocidos como occidentales. La economía financiera de estos países -la única relevante que poseen- constituye un agujero negro que devora el dinero sin otro destino que aumentar la apetencia de él. Es una especie de síndrome clínico, el síndrome de Crohn, que se caracteriza por la mala absorción de los nutrientes.

La economía financiera es una economía que se ha convertido en terminal. La moneda como mercancía fundamental y prácticamente única empieza y acaba en sí misma. Los gobiernos y las instituciones internacionales que manipulan la mecánica económica actual cierran los ojos a una exigencia esencial para recuperar la vitalidad social: una exigencia que consiste en recrear una economía de cosas que dé sentido al dinero y dentro de la cual el dinero vuelva a actuar como dato adjetivo, como signo y no como sujeto de la economía. En definitiva, estamos ante una crisis absoluta del sistema, que exige, si queremos supervivir, ser cambiado revolucionariamente por otro basado en una distinta concepción de la sociedad.

El reciente rescate de España por Bruselas deja al descubierto esta característica extenuante de la economía financiera. Hay un dato muy significativo de lo que afirmo: en ningún nivel de responsabilidad económica se da como acción próxima, sino como posibilidad lejana, la reapertura del crédito a la esfera empresarial y, mucho menos, al mundo de la empresa mediana y pequeña, que es la dominante en España. Se insiste por los gobernantes en la urgencia de sanear el mundo financiero, pero cuando se les recuerda la necesaria y abandonada función intermediadora de la banca entre producción y consumo, y se les invita a retomarla, el diálogo se torna evasivo por parte de políticos y banqueros. Se acaba construyendo un discurso en el que se afirma que el estímulo financiero para esas empresas que dan significado social al día a día sobrevendrá cuando la banca haya sellado sus grietas, saneado sus balances y posea, por tanto, un remanente que le permita abrir sus ventanillas hacia el exterior.

Se habla, por tanto, de un camino que conduzca al mítico El Dorado, camino que han empedrado con un trágico sacrificio popular que no tiene visos de remitir aceptablemente. Como sucedía en las pirámides aztecas las cabezas de los sacrificados al dios-poder siguen rodando por los escalones que usan, sordos al dolor social, los dirigentes políticos que sirven a la oligarquía financiera.

Lo que resulta absolutamente criminal es que esta inmensa sangría humana sea presentada como el resultado insoslayable de unas leyes cósmicas frente a las cuales no hay más postura que la oración en el altar del poder. Y lo que también resulta absolutamente irritante es que grandes sectores del mundo del trabajo no confíen en sí mismos para forzar otra vía a fin de resolver el drama social que les acucia.

Porque ese camino alternativo existe. Consiste, entre otras cosas, en devolver el dinero a su función socialmente creativa mediante la acción política. Ya sé que las políticas que promuevan una vida verdaderamente vivible, en libertad cierta y democracia auténtica, son negadas como imposibles por el fascismo profundo de la derecha y la naufragada ideología de la socialdemocracia, pero esto no nos ampara frente al pensamiento único, tan escandalosamente compartido por quienes lo predican y los que falsamente lo denuncian. Lo que verdaderamente dificulta el paso vivo a otro modelo social es el temor profundo de quienes doblan en masa la cabeza mientras claman paradójicamente por el drama que les destruye.

La situación quizá se clarifique y sitúe a todos los sujetos sociales en el lugar que les corresponde cuando llegue el momento de saldar la deuda adquirida por quienes hoy están jugando con los préstamos delirantes y los ininteligibles rescates que ahora mantienen a flote, aunque penosamente, a un mundo financiero, público y privado, que ha alcanzado su límite de elasticidad. Esa deuda es inasumible. El dinero dejará de producir dinero por agotamiento de su función reproductora y desembocará, con toda posibilidad, en una sociedad sensiblemente desertizada. Incluso economías que aún poseen notables dimensiones reales, como la alemana y la estadounidense, verán empobrecida su posibilidad exportadora y sufrirán la insuficiencia de su mercado interior, que ya no les compensará. Si este futuro acontece servirá de base al crecimiento de múltiples y nuevas violencias.

No resulta disparatado pensar que esta situación que ahora auguran una serie de expertos, florecidos curiosamente de improviso, fuerce una urgente, aunque muy difícil, concentración política en ámbitos como la Comunidad Europea para hacer frente a la presente avería gruesa. Pero tampoco resulta disparatado augurar un tránsito imposible pacíficamente a esa concentración supraestatal, ya que durante muchos años se ha evitado la política básica de crear una ciudadanía europea, con la triste consecuencia de haber hecho de Europa algo superior a un Mercado Común, pero inferior a una Comunidad.

Es más, ante tanto desconcierto y tantos males cabe incluso la posibilidad de una Europa que regrese a viejas raíces nacionalistas que hagan saltar por los aires las estatalidades ahora existentes para dar libertad a pueblos que busquen su propio destino y sentido. Creo que este último camino pudiera seguirse por muchos núcleos de población que no aceptan su irrisoria situación de coloniaje. Lo que hasta la guerra de 1939 se conoció por Europa, que no era otra cosa que una aspiración cultural y un determinado modo económico basado en el colonialismo, ha dejado de existir. A esa Europa, que creó la burguesía industrial, ha sucedido un conglomerado financiero que se está quemando en su propio horno.

Hay un dato, que apenas se desvela, para entender el futuro posible. Se trata del montante de dinero a devolver, entre principal e intereses, por los receptores financieros de estos préstamos, que se agotan sin crear la debida retaguardia de producción real. Hay países, como España, que ya no podrían construir una economía real ante el agobio de los prestamistas financieros.

En el mundo actual pensar, aunque sea honradamente, que la economía de producción y su correspondiente facilidad de comercio van a resucitar sin cambiar el sistema social es un ejercicio de irresponsabilidad. O algo peor: un engaño criminal. Lo evidente es que o se construyen unas nuevas relaciones socializantes o colectivizantes, la denominación resulta irrelevante, o se alargará el drama con sus mortales resultados. Pero ¿cómo va el poder existente ceder el paso pacíficamente a la nueva construcción? La historia no tiene ejemplos a favor de esta cesión.

Por tanto, cabe hablar honradamente de otros comportamientos para salir de este Titanic. Unos comportamientos que deberán hacer frente a leyes injustas y a consideraciones engañosas por parte de los poderes actuales. La ley habrá de ser soslayada del modo menos doloroso, pero habrá que hacerle frente con la conciencia de que se está luchando por algo superior a la moral, que es la supervivencia de la sociedad. Esa supervivencia ha de ser enfocada como la ley absoluta y necesaria, como la raíz de las nuevas leyes.

No se trata, pues, de suscitar la violencia -ténganlo en cuenta los poderosos- sino de acabar con la existente.

Fuente: Gara

La locura de los mercados financieros

La crisis sigue su rumbo, navegando tormentas cada vez más negras, con un destino cada vez más marcado al naufragio; despertándonos cada mañana, si no con primas de riesgo récord, con algún otro indicador a punto de reventar.

Los mercados financieros son una plataforma, ya que no necesita un espacio físico, en la que se realizan los intercambios de instrumentos financieros de diversa índole. Este intercambio, compraventa, transferencia de riesgos, oferta y demanda, tampoco tiene por qué ser una transacción física, ya que la finalidad de los mercados financieros no es el comercio físico como históricamente se ha entendido, sino que lo que se premia es la cantidad de transacciones, la capacidad de comprar y vender impulsos electrónicos sin poca o ninguna relación con los productos y materiales con los que se está comerciando. Entre los diferentes mercados que forman el mercado financiero están: mercados de capitales, de derivados, de divisas, bursátiles, de bonos, de seguros, etc. Todos estos mercados se subdividen a su vez en otros, dando lugar a la maraña del mercado financiero. Un mercado que no genera nada físico, que no ocupa un espacio físico y que su plataforma de compra y venta son impulsos electrónicos en una red global de comunicación.

Los mercados financieros se han convertido en la herramienta de la elite oligarca para generar riqueza usurera de la nada. Especulando con mercados reales, precios, industrias y hasta países enteros. La especulación, en menor o mayor escala, puede dañar e incluso destruir las economías reales de sectores completos e incluso la totalidad de países. Es por esto por lo que la elite oligarca financiera y bancaria tiene un gran peso en las decisiones políticas.

En Grecia, Lucas Papademos, anteriormente economista jefe del Banco de Grecia y vicepresidente del Banco Central Europeo, se convierte en Primer Ministro de Grecia. En Italia, Mario Monti, economista y premio Nobel de Economía, involucrado anteriormente con la Comision Trilateral, Grupo Bilderberg, Coca-Cola Company y Goldman Sachs entre otros, se convierte en Primer Ministro. En España, José Antonio Griñán, preguntado por este tema, respondió “Los mercados financieros caminan como caminan, determinando muchas decisiones políticas”.

Durante los primeros días de la crisis de Bankia, después de una gran caída en bolsa y una gran recuperación un día después, una analista recalcaba cómo si un inversor hubiese comprado acciones por un valor de un millón de euros y vendido al día siguiente, hubiese ganado una cantidad de 564.000 euros.  ¡Una cantidad de más de medio millón de euros de ganancia en un día! Esto es a pequeña escala a lo que la especulación y los mercados financieros se dedican. En Brasil, cuarto país del mundo por inversiones y una gran cantidad de especulación en preparación para los eventos deportivos de 2014 y 2016 y por su auge económico global, su ministra de Planificación, Miriam Belchior, advertía “Hemos detectado un aumento de este tipo de inversión”.

En una tertulia de analistas económicos y políticos de radio, la moderadora lanzó esta pregunta. “¿La protección del sistema financiero y bancario nos va a arruinar a todos?”. Las repuestas y conclusiones fueron devastadoras y contundentes. Se emparejaron las actividades financieras y bancarias por un lado con la actividad empresarial y en comercio real por el otro, analizando cómo el auge de este primer sector irreal destruye la imagen del empresario tradicional y la actitud del emprendedor. Las grandes multinacionales monopolizan los distintos sectores y ofrecen puestos de trabajo, no oportunidades.

Desde RA hacemos un llamamiento a rechazar la economía irreal, a rechazar la usura y el control político que la oligarquía económica ejerce. Y llamamos al abandono del sistema financiero y bancario. Si se tiene que caer, que caiga, y que no nos arruine con su caída. Llamamos a la actitud emprendedora, y al comercio real sin restricciones, con mercancías reales y métodos de intercambio de valor real y de elección libre.

ElRoto mercados financieros

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